Por: Charlotte von Bremen-Kühne
Traducido al español por: Jennifer Tapia Boada
A medida que la COP26 llegaba a su fin, no se podía negar que, a pesar de las críticas al cabildeo de parte de delegados representando a la industria de los combustibles fósiles en la conferencia, y el juicio de Greta Thunberg sobre la COP26 como un fracaso, la atmósfera que rodeaba esta conferencia climática era completamente diferente a las sesiones anteriores. Aunque la urgencia de la acción climática fue evidente en la COP25 de 2019 en Madrid, esa conferencia se caracterizó por la falta de voluntad y terminó con compromisos débiles. Por el contrario, este año ha sido considerado como "decisivo", ya que los informes climáticos, las protestas y las organizaciones de la sociedad civil dejaron muy claro que nuestro planeta no puede soportar un año más de indiferencia hacia el rápido cambio climático global.
Varios Estados han acordado abordar cuestiones relacionadas con la deforestación, el metano, el carbón y el financiamiento de tecnologías limpias. Los líderes mundiales dieron sus primeros pasos hacia un acuerdo internacional sobre el cambio climático, cuando surgió el primer borrador del acuerdo COP26, instando a los países a revisar sus planes para fines de 2022 y eliminar gradualmente los subsidios al carbón y a los combustibles fósiles. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, habló con los 196 representantes de los Estados Miembros presentes y enfatizó que sería un "desastre absoluto para el planeta" si los Estados no logran alcanzar un acuerdo ambicioso en la COP26. Tras el suceso, se había publicado un nuevo borrador de acuerdo en la cumbre COP26. Al igual que el borrador anterior, se pedía a los Estados que revelen sus planes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero más rápidamente, sin embargo, el último borrador suavizaba los compromisos para reducir el uso de carbón y otros combustibles fósiles.
Un cambio en la dirección correcta justo antes del final de la cumbre fue evidenciado por la inesperada declaración conjunta entre los dos mayores emisores de CO2 del mundo, Estados Unidos y China. Allí, estas naciones se comprometieron a impulsar la cooperación climática durante la próxima década, acordando una serie de cuestiones, incluidas las emisiones de metano, la transición a energías limpias y la descarbonización. Dicho esto, China no se comprometió con el Compromiso Global de Metano ni con ningún otro acuerdo internacional importante; El enviado de China para el clima, Xie Zhenhua, declaró que China tenía sus propios planes nacionales para el metano.
Geneva International Centre for Justice (GICJ) ha estado siguiendo los eventos de la conferencia y publicará un informe que cubrirá los antecedentes, el desarrollo y las perspectivas de la COP26 y la acción climática efectiva en general. Independientemente de los resultados de las cumbres anteriores y del efecto no vinculante de los acuerdos que estas cumbres generan, GICJ apoya foros como la COP26, ya que unen a los delegados de todos los Estados Miembros de la ONU, fortalecen la cooperación interestatal y crean conciencia sobre las desastrosas implicaciones de cambio climático inducidas por el hombre. El final de la conferencia climática debe marcar el comienzo de una acción climática real. GICJ opina que ahora es el momento de garantizar la acción climática, ya que no solo el medio ambiente depende de ello, sino también la garantía de los derechos humanos en todo el mundo. Es indiscutible que el cambio climático tiene un impacto directo en los derechos humanos, como los derechos a la vida, la autodeterminación, el desarrollo, la alimentación, la salud, el agua y el saneamiento y la vivienda. Por lo tanto, es responsabilidad de los Estados, la sociedad civil, los órganos de monitoreo y la comunidad internacional en su conjunto garantizar que los Estados cumplan su palabra y supervisar que los acuerdos y compromisos se implementen.
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