Por Jamel Nampijja / GICJ

Traducido por Natalia Venegas / GICJ

El 7 de abril se conmemora el Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio de 1994 contra los tutsis en Ruanda, aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 21 de diciembre de 2003. En ese acontecimiento, el gobierno de la mayoría hutu orquestó una masacre generalizada y sistemática contra la minoría tutsi. El Genocidio provocó más de un millón de muertos durante una guerra civil de 100 días. Esto ocurrió del 7 de abril al 4 de julio de 1994, cuando el Frente Patriótico Ruandés (FPR), insurgente tutsi, con la ayuda de las fuerzas ugandesas Ejército de Resistencia Nacional (ERN), capturó Kigali y derrocó al gobierno hutu. El 26 de enero de 2018, la Sra. Valentine Rugwabiza, representante permanente de Ruanda ante las Naciones Unidas, propuso cambiar el nombre del día: Día Internacional de Reflexión sobre el Genocidio de 1994 contra los tutsis en Ruanda. 

En Ruanda, este día se conmemora como el Día de la Memoria del Genocidio "Kwibuka", que se traduce como "recordar". Este día marca el inicio del periodo de luto nacional que dura hasta el Día de la Liberación, el 4 de julio. En este periodo, las llamas que se queman, también conocidas como la "Llama de Kwibuka", encarnan el recuerdo colectivo del pueblo, su unidad y su nuevo compromiso con la paz y la construcción de una Ruanda mejor.

El origen del genocidio

En la noche del 6 de abril de 1994, el entonces presidente Juvenal Habyarimana y el presidente Cyprien Ntaryamira de Burundi (ambos hutus) murieron en un accidente de avión que se sospecha que fue derribado por el Frente Patriótico Ruandés (FPR), compuesto principalmente por tutsis. Los extremistas hutus culparon al FPR e inmediatamente iniciaron una escrupulosa campaña de venganza; hicieron circular propaganda e ideologías racistas dirigidas al pueblo tutsi a través de la cadena de radio de propiedad hutu, Radio Télévision Libre des Mille Collines (RTLM), y de periódicos en los que se instaba a los hutus a ir a trabajar y "eliminar las cucarachas'', lo que implicaba matar a los tutsis. Así es como, ell Genocidio comenzó.

La facción juvenil llamada Interahamwe, dependiente del partido que gobernaba entonces, el Movimiento Revolucionario Nacional para el Desarrollo (MRND), se convirtió en una milicia y se le encomendó la tarea de llevar a cabo las matanzas. Las milicias establecieron controles de carretera en los que se masacraba a los tutsis. Los tutsis eran fácilmente identificables, ya que las tarjetas de identificación de la época indicaban su origen étnico. Las listas de opositores al gobierno se entregaban a las milicias Interahamwe, que iban y los ejecutaban, junto con sus familias enteras.

A los grupos locales de hutus se les entregaron listas de víctimas y armas, incluyendo machetes, rifles automáticos y granadas de mano. Procedieron a atacar a sus vecinos tutsis. Las familias interétnicas se desgarraron cuando sus miembros empezaron a matarse entre sí. Las mujeres tutsis fueron objeto de violencia sexual, ya que muchas fueron violadas en grupo y mantenidas como esclavas sexuales. Incluso sacerdotes y monjas fueron condenados por matar a tutsis; unas 5.000 personas que buscaban refugio en las iglesias fueron asesinadas, y algunas fueron quemadas vivas.

El legado colonial del genocidio

La Conferencia de Berlín de 1884 designó a Ruanda como parte del África Oriental Alemana. En 1899, el imperio alemán colonizó Ruanda. La política alemana consistió en gobernar el país a través de la monarquía ruandesa, aliándose así con el rey. Tras la derrota del imperio alemán en la primera guerra mundial (1914-1981), el imperio belga colonizó Ruanda como parte del mandato de 1916 a 1945 de la Sociedad de Naciones (actual ONU). Para comprender cómo y por qué pudo ocurrir un acontecimiento tan trágico, hay que explorar el legado colonial y sus atrocidades. Durante el dominio colonial, los grupos étnicos de Ruanda: los hutus, los tutsis y los twa, se racializaron.

Aunque las identidades étnicas son anteriores a la colonización, estas identidades étnicas se acentuaron y se utilizaron como herramienta de división y dominio bajo el dominio colonial belga; se introdujeron tarjetas de identificación que especificaban el origen étnico de las personas. Fue la amplificación de las identidades étnicas y su relación con el poder político lo que sentó las bases del Genocidio. Los belgas favorecieron a los tutsis principalmente por sus rasgos eurocéntricos. Por lo tanto, la autoridad se concedió a la élite minoritaria tutsi, ya que la mayoría hutu era considerada inferior y sometida a la explotación. El 1 de noviembre de 1959, los hutus lanzaron una revolución que llevó a los belgas a transferir el poder a la mayoría hutu.

El 1 de julio de 1962, Ruanda se independizó de Bélgica, dejando a los hutus en el poder. Esta circunstancia facilitó la discriminación generalizada de los tutsis, que eran vistos y tratados como extranjeros, se les excluía de las carreras prominentes y se les aplicaban cuotas de educación.

Justicia y reparación

En general, la Comunidad Internacional ignoró el Genocidio clasificándolo como un mero conflicto tribal, por lo que fue acusada de no hacer lo suficiente para detener la masacre en Ruanda. Francia envió una fuerza especial para evacuar a sus ciudadanos, las Naciones Unidas y Bélgica tenían fuerzas en Ruanda, pero la misión de la ONU no tenía el mandato de detener la matanza. Una consecuencia que ha dejado una mancha en la reputación del mantenimiento de la paz de la ONU hasta el día de hoy. El 8 de noviembre de 1994, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estableció el Tribunal Penal Internacional para Ruanda en la ciudad tanzana de Arusha para procesar a los instigadores del Genocidio, 96 personas, incluidos altos cargos del antiguo régimen, fueron procesados y condenados tras un extenso juicio que costó 1.300 millones de dólares.

Dentro de las comunidades locales, se crearon tribunales comunitarios conocidos como Gacaca; "Gacaca" se traduce literalmente como sentarse a discutir una preocupación. Los tribunales Gacaca tenían como objetivo encontrar justicia, reconciliación y reparación para las víctimas del Genocidio. Las sesiones de los tribunales Gacaca se reunían una vez a la semana en las aldeas, a menudo al aire libre en campos y mercados. El 4 de mayo de 2012, se cerró oficialmente con aproximadamente 1,2 millones de casos juzgados, y 10.000 delincuentes murieron en prisión antes de poder ser juzgados.

En vísperas de la conmemoración del 20º aniversario del Genocidio en 2014, el presidente de Ruanda, Paul Kagame, acusó a Francia y Bélgica de su papel en la facilitación del Genocidio. El presidente Kagame acusó a Francia de proporcionar apoyo financiero y militar al gobierno hutu. Francia ha negado sistemáticamente las acusaciones de facilitar el Genocidio. Aun así, en el memorial del genocidio en Kigali, la capital de Ruanda, en mayo de 2021, el presidente francés Emmanuel Macron reconoció oficialmente el papel de Francia en el Genocidio y pidió a los ruandeses que perdonaran a Francia.

Geneva International Centre for Justice (GICJ) honra este día y felicita a Ruanda por su enfoque en la reconstrucción de la comunidad para promover la curación comunal durante la reconciliación posterior al conflicto. La justicia se puso en manos de sus ciudadanos a través de un sistema de tribunales de base comunitaria conocido como Gacaca, que introdujo métodos de justicia transicional que hacían que los autores del democidio (el asesinato de cualquier persona o pueblo por parte del gobierno, incluidos el genocidio, el politicidio y los asesinatos en masa) rindieran cuentas de sus crímenes al tiempo que fomentaban el perdón de las víctimas. 

GICJ felicita al gobierno de Ruanda y a su pueblo por la reconstrucción social, política y económica de la nación. Ruanda ha demostrado al mundo que la justicia y la reconciliación no son sólo un sueño, sino una posibilidad. Por lo tanto, hacemos un llamado a la comunidad internacional y a los organismos de las Naciones Unidas para que renueven, fortalezcan, garanticen y defiendan colectivamente los derechos humanos, reforzando las políticas que respetan y protegen a los miembros de nuestras sociedades, ya que los actos de genocidio siguen produciéndose, lo que demuestra que la historia siempre se repite sin selectividad de fronteras. Ninguna parte del mundo es inmune a esta atrocidad.


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